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[Inglaterra x Lectora] 12

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Aquel caballero esconde algo




-en el departamento de seguridad del palacio-

"Esta situación se está volviendo muy grave. Hemos podido ocultárselo a los medios durante casi un año, pero no podemos hacerlo toda la vida."

"Fue muy astuto, no dejó evidencia alguna; ni un sólo rastro. Pero luego de un arduo rastreo, por fin hemos localizado el lugar donde se encuentra. Al parecer, no tiene planes de volver. Ha conseguido trabajo como asistente de la junta directiva en la empresa X, y hasta está viviendo con una mujer."

"Quiero toda la información sobre esa chica en este mismo instante." –el comandante de seguridad le dirigió una seria mirada a su subordinado.

"Claro, señor. En la base de datos, encontramos toda la información necesaria. Se llama [Nombre y Apellido], 22 años de edad; trabaja de secretaria en una empresa junto con su mejor amiga, Ana Caballero. Viendo su expediente, no posee ningún antecedente penal ni se ha visto involucrada en ningún asunto sospechoso. Está limpia, es una ciudadana común y corriente; no representa ningún peligro."

"Bien, si ya tenemos su ubicación, debemos de informárselo de inmediato al rey."

"Sí, aunque preferiría no hacerlo –suspira mirando la pantalla con un poco de tristeza en los ojos- el príncipe Arthur se ve muy feliz con la vida que tiene ahora…"

"Sabemos que su situación en este palacio en detestable, pero no podemos desobedecer, órdenes son órdenes, además, sabes que nuestro pellejo está en juego si no cumplimos con el rey"

"Tiene toda la razón jefe. Tome el informe, aquí está todo lo necesario para informar a la familia real de la situación."

"Gracias cabo, siga trabajando."

El comandante de seguridad se dirigió a la sala de juntas de la realeza. Al abrir la puerta, el rey esperaba muy ansioso una respuesta, con una expresión no muy agradable. El comandante tragó saliva al ver el rostro del rey, se armó de valor y se acercó a entregarle el informe.

Sin siquiera dejar una nota o algo, absolutamente nada, como si se lo hubiera tragado la tierra, hace exactamente 11 meses y 15 días, Arthur desapareció del palacio sin dejar rastro alguno.

Obviamente no tenía por qué decir nada de su paradero, pero esa acción podía traerle graves consecuencias a la realeza, y él lo sabía perfectamente.

La noticia enfureció al rey bastante, dejando perplejos a todos los trabajadores del palacio. Sin embargo, había en el lugar tres hombres que estaban felices con aquella noticia, no obstante lo ocultaban, pues pese a no tener nada que ver con su desaparición, si mostraban complacencia con aquel hecho, serían los principales sospechosos, junto con el rey. Realmente al rey le agradaba la idea de no volverlo a ver nunca más, pese a ello, si se hacía pública la noticia, de seguro el parlamento tomaría las medidas necesarias en su contra, lo cual debía evitar a toda costa. Por ello, desde el día en que Arthur abandonó el país, comenzó una furtiva búsqueda; mejor dicho, una caza, poniendo en movimiento a todos sus hombres, con la mayor discreción posible para que nadie se entere, aparte de los que habitaban el palacio.

Sólo los que vivían en aquel palacio, nadie más; sabían realmente cuál era la situación de la familia real y la de Arthur.

"¿Hay alguna novedad?" –preguntó con sequedad el rey.

"Sí alteza. Hoy por fin hemos recaudado la información sobre el paradero del príncipe Arthur" –un poco temeroso el comandante extendió su mano para darle el informe.

"That fucking bastard…" –murmuró frunciendo el ceño, demostrando aún más su enojo contra aquel individuo.

El comandante sólo pudo retroceder unos cuantos pasos, cuando ese hombre se enojaba, podía llegar a ser un verdadero demonio.

"I caught you, fucking asshole…" –sonrió de lado con malicia, mientras hojeaba el dichoso informe que había esperado por tanto tiempo.

Eso hizo que al comandante le diera un escalofrío, quién sabe qué demonios estaba pasando por la cabeza de su alteza en ese momento.

"Comandante, llame a los demás príncipes en este mismo instante…" –ordenó tirando los papeles sobre la mesa.

"Como usted ordene, majestad" –haciendo una reverencia se retiró del lugar en busca de los demás príncipes.

Al poco tiempo, los tres hermanos entraron apresuradamente a la habitación.

"¿Qué ha sucedido?" –preguntó el mayor, con una mirada seria; podía percibir la noticia que su padre iba a darles.

"Lo encontraron" –la sonrisa maliciosa del rey se ensanchó aún más.

"Tsk, podría decirse que es buena noticia." –bufó el pelirrojo de ojos verde esmeralda.

"That damned, nos hizo pasar un bastante mal rato" –refunfuñó el menor entre ellos, de ojos verde agua y cabello castaño claro.

El del medio, de cabello castaño oscuro, tendiendo al rojizo; y ojos verde oscuro, sólo los miraba y volvía a mirar al rey.

"Así es –agregó el rey- pero una vez que lo traigamos de vuelta, ya no tendremos que preocuparnos de nada, mientras esté en el palacio, estamos seguros. Debemos traerlo de inmediato, a cualquier costo." –sentenció el rey, agregando más énfasis a las últimas palabras y mirando a los tres muy seriamente, haciéndolos tragar saliva a dos de ellos, menos al pelirrojo; que para atemorizarlo ni el mismo demonio frente suyo lo lograría.

"Al parecer, -continuó aliviando su semblante- tiene establecida una vida tranquila, junto a una mujer" –miró con astucia, haciendo ver en su rostro esa sonrisa característica de su persona cuando tenía algo en mente.

Los tres hermanos se miraron entre sí, y después de unos segundos, en sus rostros se formaron unas sonrisas de satisfacción. Se notaba que eran hijos del rey.

"¿qué sugieres que hagamos?" –preguntó el mayor.

"Ian, tú eres el mayor. Confío en tus habilidades para traerlo de vuelta, y… -acercándose a él de manera intimidante- listen carefully, You must return with that motherfucker, it's an order, ¿understood? (Escúchame con atención, debes regresar con ese hijo de puta, es una orden, ¿entendido?)"

"Yes, Sir" –contestó el pelirrojo.

"Prepárate cuanto antes y ve al aeropuerto. Ya pueden retirarse."

"Sí, alteza." –respondieron en coro haciendo una reverencia y se retiraron.

"Ja. Te deseo suerte Ian, eres el que menos lo soporta" –bromeó Dylan.

"Tsk. Cállate." –dirigiéndoles una mirada asesina, se adelantó y fue a su cuarto.

Los otros dos se quedaron parados, se miraron por un momento y suspiraron.

"Tan tranquilo que estaba todo hasta ahora" –dijo William cruzando los brazos.

"Sí, pero nuestra alegría tenía que terminar tarde o temprano, este día tenía que llegar de cualquier forma. Además, no nos conviene que no se encuentre en el palacio y lo sabes." –el chico de ojos verde oscuro acariciaba su mentón, en modo pensativo.

"La que le espera a Arthur cuando Ian vaya por él" –sonrió el de ojos verde agua.

"Y que lo digas…"

"Esperemos que no sea tan testarudo y vuelva sin oponerse, por su propia conveniencia…"

"Pff, no pidas imposibles William, sabemos perfectamente que ese rubio es más terco que una mula…"

"Es verdad… -suspira- pero conoce su lugar, no creo que sea tan tonto."

"De todos modos si eso sucede, Ian sabe cómo tratarlo, él se las arreglará para traerlo de vuelta, ya conoces sus métodos…" –ambos se miraron sonriendo.

"Es por eso que digo que mejor no se oponga, Ian es un tipo peligroso, más cuando está enojado, como ahora…" –suspiraron.

"Tú hablando de ser peligroso…" –Dylan miró a su hermano sonriendo de lado.

"Lo sé, pero Ian es otro tipo de peligro, distinto al mío…" –sonrió orgulloso de su talento.

"Eso lo sabemos…" –asintió.

"Ya Dylan, dejemos este tema de lado y vayamos a tomar unas cervezas. Es mejor estar fuera del alcance de Ian en estos momentos."

"Tienes razón." –los dos se retiraron del lugar.

Ian entró a su habitación, cerró con fuerza la puerta tras de sí y golpeó la pared con todas sus fuerzas. Suspiró profundamente y fue a sentarse en su escritorio. Tomó un cigarro de la caja que tiene guardada en el primer cajón derecho. Se lo llevó a la boca, encendiéndolo con un encendedor que sacó del bolsillo de su fino saco de vestir negro.

Se recostó completamente en la silla, alzando los pies sobre su escritorio, mientras aspiraba una gran cantidad de humo y lo volvía a exhalar. Lo único que lo ayudaba un poco a tranquilizarse a parte del alcohol, era fumar.

La idea de ir a quien sabe dónde para ir a traer de vuelta a ese idiota lo hacía enfurecer. El sólo hecho de verle la cara lo molestaba, y encima ¿tenía que ir a buscarlo? Eso era el colmo. Bastante cosas importantes tenía que hacer para estar perdiendo su tiempo detrás del imbécil inglés, ni siquiera se digna a llamarlo por su nombre, aunque fuera su "hermano".

De todos modos, no podía evitarse, las responsabilidades siempre recaían sobre él por ser el mayor. Y siendo orden del rey, era mejor cumplir sin quejas.

Con el ceño bastante fruncido, volvió a sentarse normalmente. Apoyó los codos sobre el escritorio y juntó sus manos para apoyar en ellas su mentón. Su fría mirada estaba clavada a la puerta, aunque realmente no estaba mirando nada.

"Maldito imbécil, hasta estando lejos me causa problemas…" –sabía que les convenía que ese tipo esté en el palacio, aunque odiara la idea.

"Más te vale, pequeño bastardo, que regreses sin causarme más líos… " –sonrió de lado siniestramente, sosteniendo su cigarro con la mano izquierda.

Se levantó de su escritorio, preparó sus papeles y fue al aeropuerto. Tomó el primer avión y ya estaba rumbo a encontrarse con su "hermanito".

- horas después-

Ha sido un día de trabajo muy pesado hoy. A la misma hora de siempre, suspirando de cansancio. Arthur sale de su oficina con la idea de volver a su casa tranquilamente y cenar la comida tan deliciosa que siempre le tenía preparada su amada. En verdad tenía mucha hambre. Sin darse cuenta, sonriente caminaba a la parada del bus.

La única persona que siempre le alegraba el día, pasara lo que pasara, con su sola presencia; era ella. El inglés se perdía en sus pensamientos mientras esperaba el vehículo.

Ya estaba llegando al complejo, cuando su instinto, sexto sentido o como quieran llamarle, le alertó a que alzara la mirada. Al hacerlo se quedó en blanco y un escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Su detestable hermano estaba a unas cuadras del lugar, mirando un papelito y mirando los edificios, buscando con la mirada la dirección y los números. No se veía para nada contento, la forma en la que exhalaba el humo de su cigarro era la evidencia de que estaba molesto, y mucho.

"Damnit, they found me…" –musitó apretando los dientes por la rabia.

Retrocedió sobre sus pasos lo más rápido que pudo y dobló en la primera esquina que encontró. Se dirigía a la plaza en tanto su cabeza estaba hecha un lío. Analizaba rápidamente la situación y trataba de buscar salidas, alternativas, alguna maldita solución a su actual situación. Con cada paso que daba fruncía más el ceño, señal de que todas las posibilidades que su mente estaba maquinando, estaban siendo inútiles.

No eran muchas las posibilidades, lo cual lo preocupaba mucho más. Desde que llegó a ese lugar, habían pasado muchas cosas que no estaban en sus planes, lo cual lo dejó en una situación desfavorable. A medida que los días pasaban, al lado de la mujer que amaba, había olvidado por completo que debía estar en constante movimiento, de un lugar a otro para que no dieran con él.

Fue muy descuidado, permaneció en un mismo lugar más de lo que debía y por eso lo hallaron. Pero ahora, al percatarse de eso, ya es demasiado tarde. Enviaron a un matón en busca de su persona y tendría que asumir las consecuencias tarde o temprano.

Podía simplemente, como siempre lo hizo, dejarlo todo y salir corriendo, huir lo antes posible. Sin embargo, no podía, la vida de su novia corría peligro si hacía eso. Tampoco quería involucrarla en cosas que no tenían nada que ver con ella. Y mucho menos quería condenarla a una vida de trotamundos detrás suyo, ella no se merecía eso. Ella merecía ser feliz y vivir tranquila, sin vivir en el peligro inminente, con la angustia constante de que podrían dar con el paradero de ambos y pagar las consecuencias por estar huyendo.

De cualquier manera, sea cual sea la decisión que tomase, ella saldría herida, de alguna u otra forma. Lo más razonable era lastimarla lo menos que se pueda.

Al llegar a la plaza, a unas 10 cuadras del complejo, llamó por teléfono a la chica.

"Hola Arthur, ¿cómo estás?" –preguntó inocente.

"Escúchame bien, [Nombre], tienes que salir del apartamento en este mismo instante. Ven lo más rápido que puedas a la plaza que está como a diez cuadras"

"¡¿E-eh?! ¡¿P-pero qué está pasando?!"

"No preguntes ahora, sólo hazme caso."

"B-bueno, voy ahora mismo…"

*BIP BIP BIP*

El rubio miró a los lados, mientras guardaba el celular en su bolsillo, asegurándose de que en ese lugar estaba a salvo, por el momento.

Se sentó en uno de los bancos suspirando profundamente. Apoyó sus codos sobre sus rodillas y sostenía la cabeza entre sus manos, mirando el suelo, o eso parecía.

Intentaba organizar las ideas en su cabeza, pero no podía conseguirlo. Si tan sólo no la hubiera conocido, no se encontraría en esta situación. Se reprochaba por tales pensamientos aunque era verdad, pero ella no tenía la culpa de nada. Si la culpa era de alguien, tal vez era de él, por no haber dejado en claro su situación antes de intimar tanto con ella, antes de rendirse ante ella.

Eso lo intentó, intentó no caer, pero sus sentimientos fueron más fuertes que su razón. Si debía culpar a alguien, entonces tenía que ser a su corazón, o eso es lo que intentaba creer.

En realidad, aunque costaba aceptarlo, no podía culpar a nadie. Este era uno de los momentos más críticos para él. A pesar de todo lo que le sucedió, nunca le dolió tanto el tener que separarse de alguien, nunca se preocupó por nadie aparte de sí mismo, nunca quiso proteger a otra persona que no fuera él mismo.

Esta era, la primera vez que se sentía tan impotente, incapaz de resolver las cosas a su favor. Era la primera vez que estaba hecho un manojo de nervios, temeroso de lo que le esperaba en el mañana. Era la primera vez, que a su edad, se sentía como un niño desprotegido, abandonado, sin saber qué hacer.

No le quedaba de otra, más que ponerse bien los pantalones, armase de valor y asumir como hombre su situación. Aunque no le gustaba la idea, tenía que contarle a ella la verdad.

Su mirada seguía clavada en el suelo, con el semblante muy serio, pensando en cómo decirle las cosas a su amada. De vez en cuando levantaba la miraba hacia los costados, esperando verla en algún momento.

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Recibir esa llamada de Arthur te dejó un poco aturdida. Pero debido a la seriedad de su voz, te vestiste y saliste de ahí inmediatamente. En la entrada del complejo te cruzaste con un hombre bastante llamativo. Bastante alto, pelirrojo y con unos penetrantes ojos verde esmeralda, iguales a los de Arthur, con la diferencia que ellos reflejaban mucha frialdad. No le prestaste atención, pero pasar a su lado te produjo escalofríos.

Llegaste jadeando a la plaza por el trote que diste desde el complejo. Miraste el lugar buscando a tu novio hasta verlo sentado en uno de los bancos.

"¡Arthur!" –corriste hacia él. Al escuchar tu voz levantó en seguida la cabeza y al verte se paró del asiento, recibiéndote con un fuerte abrazo.

"¿Qué está pasando?" –preguntaste muy preocupada e intrigada por aquella llamada.

"Aquí no podemos hablar, dear, vamos a otro lugar…" –tomó tu mano intentando calmarte, se veía bastante calmado, pero aquellos ojos verdes, eran la ventana a su alma. A través de ellos podías ver la tristeza, la angustia que tenía. Algo te decía que absolutamente nada estaba bien.

Intentando convencerte a ti misma de que a lo mejor todo es un invento de tus nervios por culpa de aquella extraña situación, seguiste sus pasos, dirigiéndose ambos a algún lugar donde pudieran conversar tranquilos, donde nadie molestara.

Caminando unas cuantas cuadras más, encontraron un pequeño hostal, un poco alejado de tanto ruido de la ciudad. Entraron apresuradamente pidiendo una habitación, aclarando que no iban a quedarse mucho tiempo, dando a entender otra cosa al encargado.

"Para eso existen los moteles, pero ya que tengo una habitación libre, aceptaré que se queden" –entregó las llaves al inglés.

Ambos se sonrojaron al darse cuenta del malentendido, pero debido a la situación, Arthur sólo estiró de tu mano con prisa para ir hasta el bendito cuarto.

Entraron y él llaveó la puerta. Miró por la ventana intentando asegurarse de algo, se le notaba un poco paranoico. Al sentirse seguro, cerró las cortinas y se sentó en la cama. Más confundida que antes, hiciste lo mismo.

Te miró por un momento, y desvió la mirada al suelo, suspirando profundamente.

"Sweetie, ven aquí…" –extendió sus brazos, esperando recibirte en ellos. Sin vacilar te acurrucaste en su pecho. Por alguna razón, era la única forma en la que se sentían seguros.

Era raro en él pedir un abrazo, por lo que debía serle necesario para pedirlo de esa manera. Se mantuvo callado por varios minutos, sin soltarte, acariciando tu cabeza, como si intentara consolarte de algo que ni siquiera tenías idea.

Aunque te intrigaba mucho la razón por la cual estaban en aquel lugar, en esa situación, al sentir sus apresurados latidos, sólo podías seguir abrazándolo, rodeando su cintura con tus brazos, escondiendo tu cabeza en su cuello, sintiendo sus fuertes brazos a tu alrededor, con aquella calidez que sólo él podía transmitirte; esperando con paciencia hasta que se sienta preparado para hablar.

Ese momento parecía no llegar nunca. Varias veces sentiste como se detenía su respiración, intentando soltar alguna palabra, pero no lo lograba. En esos momentos lo abrazabas más fuerte, diciéndole que estabas ahí para él, sea lo que sea que esté sucediendo en estos momentos.

Después de varios minutos más, su corazón ya estaba calmado. Por lo que supusiste que ya podía contarte lo que estaba pasando. Te separaste un poco de él, alzando tu rostro a la altura del suyo, acercando tus labios a los de él.

"Honey…" –fue todo lo que dijo al tomar tu rostro en sus manos, acariciándolo suavemente, aún con esta mirada triste.

Colocaste tus manos sobre las suyas, apretándolas suavemente, dedicándole una tierna sonrisa. Eso pareció haberle calmado mucho más, besándote con intensidad.

"Me quedaré a tu lado, pase lo que pase"
"Te protegeré no importa lo que suceda"
"Yo no te abandonaré aunque mi vida dependa de ello"
"Quiero estar contigo el resto de mi vida"
"Te prometo que nunca te dejaré"
"I love you really much"


Todos esos recuerdos estaban invadiendo la mente de Arthur, torturándolo mientras besaba tus labios. Cada palabra que había salido de sus labios, en estos momentos eran dagas venenosas que lo apuñalaban directamente en el corazón, sintiendo cómo su pecho comenzaba a dolerle bastante; un agudo dolor que nunca antes había experimentado.

¿Acaso es este el dolor por temer perder a alguien que amas? Esa era la única explicación que le encontraba a aquel sentimiento tan hiriente. Cuanto más te aferrabas a él, estrechando la distancia entre ambos; más recuerdos en forma de flashbacks pasaban por la mente del rubio, atormentándolo más a cada segundo.

Hasta el momento en que no lo soportó, y te apartó de golpe, pudiendo notar en sus ojos un gran desconsuelo. Volvió a abrazarte, intentando evitar que sigas mirándolo.

No podía permitirse que lo veas de esa manera… tan lamentable. Inesperadamente para él, en estos momentos, frente a la persona que amaba, no podía mostrarse fuerte. Al contrario, lo que más quería era acurrucarse en tu pecho y ponerse a llorar mientras lo consuelas, pero no podía hacer eso, su dignidad de hombre no se lo permitiría jamás. Además, tenía que mantener la compostura, la entereza; no podía desmoronarse ahora, no frente a ella, no con la mala noticia que iba a recibir. Era él quien debía consolarla.

Querías apartarte y preguntarle de una buena vez, "¿qué demonios sucede? Dímelo ya!" pero no fuiste capaz de hacerlo, simplemente, una vez más, correspondiste el abrazo.

Lo que no pudiste ver fueron las lágrimas que el hombre estaba intentando con todas sus fuerzas contener, a pesar de eso unas cuantas cayeron por sus mejillas, limpiándolas disimuladamente.

Al calmarse de nuevo, decidió que ya era hora de hablar. Cerró los ojos, tomó aire, se preparó mentalmente, y volvió a abrir los ojos. Completamente decidido a proteger a la persona que tenía entre sus brazos a costa de su propia vida si era necesario. Sus ojos dejaron de mostrar tristeza, de un momento a otro se llenaron de determinación y seguridad.

Ella era quien le daba esa fortaleza, no podía fallarla, aunque, desde el principio, ya lo hizo. Dejó escapar de sus labios varios suspiros, alzando la vista al techo.

Te apartó suavemente tomándote de los hombros, fijando sus ojos en los tuyos, con el semblante serio.

"Ya dime qué pasa, me estás asustando…" –tomaste sus manos, apretándolas fuerte, mirándolo más preocupada que antes.

Tomó tus manos suspirando por enésima vez.

"La historia es un poco larga, pero creo que ya es hora de que te cuente… –hizo una pequeña pausa intentando descifrar su propia situación– Soy hijo de la reina de Inglaterra…" –soltó en seco sin creerse mucho sus propias palabras, pero sabía que esa era la mejor manera de empezar a contar aquel lío.

"¡¿QUE COSA?!" –alzaste la voz por la sorpresa.

"Lo que escuchaste" –vuelve a suspirar.

"Ehm… ¿Eh? Y… entonces… ¿Por qué? no entiendo…" –si estuvieras en su lugar, lo mirarías con la misma cara con la que te está mirando ahora. Sólo tú entendiste lo que querías preguntar.

"La historia no sólo es larga, sino que muy complicada también…" –dijo con una leve sonrisa en sus labios por tu reacción, que le pareció graciosa.

"Te escucho" –respondiste seria, concentrando al máximo tu atención en él y en las palabras que iban a salir de sus labios.

"Hace veinticinco años atrás, mi madre era la reina de Inglaterra, hasta hace unos años. En aquella época, debido a un atentado en el palacio, decidió contratar a un escolta, que sería el hombre que cuidaría de ella con su vida a partir del momento en que fuera escogido para tal tarea. Luego de una audición bastante extensa, con ella como jueza, escogió a uno de todos los postulantes, que destacaba excelentemente en todos los ámbitos requeridos para dicha tarea. Su expediente era impecable, bastante impresionante, y sus habilidades eran únicas, realmente parecía haber nacido para ese trabajo…" –explicaba detalladamente.

"Y eso qué…" –tapaste tu boca con las manos para no terminar la frase. Estabas tan ansiosa que te costaba mucho no interrumpirlo.

"Tranquila –sonrió– Según me dijeron, él llamó la atención de mi madre desde el primer instante que lo vio; lo mismo le sucedió a él. Cualquiera pudo notar que fue un flechazo instantáneo, con sólo cruzar sus miradas. La reina no le prestó mucha atención a ese 'no se qué' que sintió cuando lo vio. Además ella estaba casada, con tres pequeños hijos en su matrimonio…" –pausó esperando que pudieras procesar bien la información.

"E-entonces… la reina, tal vez, se enamoró a primera vista de su nuevo escolta, estando casada y con tres hijos, y lo malo… diría, es que ella, al parecer, también era correspondida… ¿Verdad?" –preguntaste intentando saber si estaba en lo correcto tu resumen.

"Pues sí, esa es la conclusión que puede sacarse. Los meses pasaban, y ellos se hacían cada vez más cercanos, la amistad hace mucho tiempo se convirtió en un amor verdadero; sin que nadie lo sepa. Era algo prohibido, no estaba permitido algo como eso…"

"Ahm... siento interrumpir, pero, ¿acaso no podía sólo separarse de su esposo y casarse con su escolta? Es decir… el divorcio es legal ¿no?" –para ti era difícil comprender aquella situación.

"No es tan fácil como parece –su rostro se volvió serio, con una tristeza en su mirada- Estaban en juego su reputación y la de su familia. Ella, como monarca, no podía permitirse poner en juego la honradez de los suyos, por culpa de un amor como ese…

Ella conocía su lugar y su situación; a pesar de estar enamorada de otro hombre que no era su esposo, sólo pudo mantener oculto aquel sentimiento. Pero la cercanía de ambos provocaba constantemente los celos de su esposo. Un día, en su enojo, incluso amenazó con matarlo si ellos seguían así. Ella, por el bien del palacio, de su familia, de su reino; no podía permitirse algo así. Por ello decidió, que lo mejor era despedirlo de su puesto. No quería hacerlo, pero dadas las circunstancias, esa situación no podía continuar.

Un día en que su esposo salió a atender algunos asuntos, llamó en privado a su escolta. Éste ya se imaginaba lo que iba a decirle la reina, pero no iba a aceptar irse así como así. Al entrar a la oficina de la mujer, cerró con llave la puerta, acercándose peligrosamente.

-¿Qué se supone que haces?
- Sé que me vas a despedir, y no puedo irme así como así, sabiendo que me amas…
- E-eso es algo que no está bien, ni siquiera deberías mencionarlo
- Alteza, usted sabe que la amo… no puedes sólo sacarme de tu vida como si nada hubiera pasado…
- En realidad no ha pasado nada, no tienes qué reclamarme
- Hasta ahora…
- ¿qué?


Después de esa conversación, lentamente el escolta se acercó a ella, aprisionándola, dejándola sin escapatoria. Ella no pudo resistirse a la tentación de estar con el hombre que amaba, y se entregó por completo a él…" –el relato se volvía cada vez más intenso y las cosas se iban aclarando.

"V-vaya… eso es muy bonito…"

"Y muy triste a la vez –suspiró- después de eso, se despidieron uno del otro sabiendo que no se iban a volver a ver nunca más, debido a las constantes amenazas de su marido y por temor a que se arme un escándalo por ello… Lo que ella no se esperaba, era quedar embarazada de aquel hombre. Después de dos semanas de aquel encuentro, se dio cuenta que estaba esperando un hijo suyo."

"Ah… oh… e-eso…"

"Ese soy yo" –soltó en seco desviando la mirada.

Te quedaste perpleja por esas palabras, mirándolo sin saber qué responder.

"¡¿QUEEEEE?!" –te levantaste de la cama por la sorpresa.

"Lo que dije…"

"E-entonces… tú eres el hijo de la reina y el escolta…" –intentaste confirmar de nuevo aquella información.

"Yes" –volvió a mirarte seriamente.

"…." –sólo seguiste observándolo, aún había mucho trasfondo en esta historia.

"Ella… no sabía qué hacer. Por un lado, estaba increíblemente feliz como nunca antes por estar esperando un hijo de su persona amada, y por el otro, temía que se descubriera que no era hijo de su esposo. –se lo veía cada vez más triste– debido a que, ella es inglesa, igual que su escolta. En cambio, su esposo, es descendiente de una mezcla de nacionalidades británicas. Su madre era irlandesa pura, mientras que su padre era mitad escocés y mitad galés. Él adquirió esos rasgos, igual que los hijos que tuvo con la reina."

"Entonces, si salías por tu padre, iba a notarse la gran diferencia, ¿verdad?"

"Exactamente. Aparte de su escolta, la única persona de confianza que tenía la reina era su sirvienta personal, a quien apreciaba mucho. En su desesperación, la reina incluso pensó en decirle a su esposo que nací muerto, y regalarme a su sirvienta, para que ella buscara un lugar donde criarme…" –apretaba los puños mientras hacía una pausa, mirando la nada, con un rostro realmente triste.

"Eso es cruel…" –fue todo lo que pudiste decir en tu indignación.

¿Cómo siquiera se atrevía a pensar algo así? ¡Santo cielo! ¡Era su hijo! ¡Un ser humano! ¿Es que acaso le importaba más lo que dijeran de ella que la propia criatura viviendo dentro de sus entrañas? ¡Demonios! ¡Había que ser fría para considerar una idea como esa!

"Lo sé, pero no la culpo, al final se arrepintió de ello a última hora. Al nacer y verme, dándose cuenta que era muy parecido a ella, decidió no dárselo a la sirvienta, y quedarse conmigo… pensándolo bien… hubiera sido mejor que me hubiera dado…" –secamente dejó salir esas palabras de sus labios.

"¿Por qué?" –preguntaste, bastante preocupada por aquellas palabras.

"Pues, la verdad es que me quería demasiado. Era su niño mimado, el más amado entre los cuatro; eso era lo que siempre me decía –sonrió levemente– Y eso provocó resentimientos de mis hermanos hacia mí, haciendo que me odiaran, por el hecho de ser el preferido de mamá…"

"Creo que puedo entender eso…" –musitaste.

"Los años pasaron y podía vivir con eso, aunque era difícil, porque siempre estaba ella ahí, para mí. Pero los años fueron evidenciando en mí los rasgos masculinos de mi padre. Por lo que, fue cuestión de tiempo para que la verdad saliera a la luz." –suspiró profundamente, alzando la mirada al techo, cerrando los ojos para continuar hablando.

"Mi madre y su esposo tuvieron una gran discusión cuando yo tenía 10 años. Ella le confesó la verdad y le dijo que estaba dispuesta a asumir las consecuencias de publicar aquel hecho al mundo entero. Que estaba dispuesta a esa humillación antes que permitir que me sucediera algo.

Su esposo estaba helado ante la amenaza de mi madre. Tenía ganas de mandarla al infierno, pero él no estaba dispuesto a asumir semejante escándalo. Su orgullo y dignidad no iban a permitirle enfrentar semejante humillación, y eso, su esposa lo sabía perfectamente, por ello, usó eso a su favor. Sabía que iba a preferir quedarse callado para no ser avergonzado ante todo el reino.

La maldijo con todas sus fuerzas y con todas las palabras que estaban en su diccionario, diciéndole que cuando ella ya no esté, le haría la vida imposible a su hijo amado, que lo haría sufrir el resto de su vida. Fue el único argumento que encontró el hombre para destrozar a la reina, y dio en el blanco.

Esa amenaza no la dejaba dormir en paz. ¿Y si se enfermaba? ¿Si dejaba esta tierra antes de tiempo? Su amadísimo hijo iba a sufrir las consecuencias de sus actos. Después de varias semanas, pensó fríamente sobre el asunto y preparó todo lo necesario para cuando llegara ese día.

A pesar de eso, las cosas se tensionaron mucho más. En ese entonces era despreciado no sólo por mis hermanos, sino también por quien pensaba que era mi padre. Todos ellos me trataban fríamente, con odio; como si yo hubiese tenido la culpa de algo… como si-"

"Tuvieras la culpa de haber nacido…" –completaste con un hilo de voz. Podías comprender perfectamente lo que se sentía.

"Sí… -suspiró- a pesar de lo horrible que me llevaba con mi supuesto padre y con mis hermanos, tenía el consuelo de que mi madre estaba ahí para apoyarme, ella era lo único que tenía. Ella era la única felicidad en aquel infierno diario.

Yo podía notar que la situación en la que me encontraba la afectaba bastante. Lo peor es que no podía hacer nada para ayudarla. Le había sugerido que tal vez era mejor si me iba del palacio, a lo que se negó rotundamente.

- Mientras yo sea la reina, tú vivirás conmigo. No puedo permitir que vayas a ningún otro lugar.

En aquel entonces no entendía por qué, si yo sabía que todos estarían felices si desaparecía. Luego de varios años entendí que era por temor a que su esposo cumpla su amenaza, y teniéndome lejos de ella, no iba a poder protegerme.

A medida que los años pasaban, las cosas se volvían cada vez más insoportables para mí. Si aguantaba todo eso era por mi madre. No quería hacerla sufrir más de lo que ya sufría…" –volvió a suspirar, recostándose en la cama. Aquel relato lo cansaba mucho, más por tener que recordar cosas de su vida que desearía olvidar para siempre.

"Ser el producto de un impulso no me ha favorecido en nada…" –murmuró.

Tú ni siquiera sabías qué hacer, qué decirle para consolarlo. No podías hacer absolutamente nada para no verlo de esa forma, con esa expresión en su rostro.

"Arthur…" –te recostaste a su lado, abrazándolo fuerte. Era la única forma en que podías animarlo.

"¿Cómo sabes todo esto?" –preguntaste. Definitivamente era imposible que sepa cómo se dieron las cosas antes de siquiera ser concebido.

"Ya te lo diré, por el momento continuaré. Al cumplir la mayoría de edad, tenía que involucrarme en los asuntos reales y cumplir con los deberes de un príncipe. Así lo hice, siempre hice mi trabajo lo mejor que pude, sólo por mi madre.

El odio de mis hermanos hacia mí crecía por aquel motivo, pero no me importaba, yo seguía haciendo lo que tenía que hacer, sin prestarles atención.

Muchas veces pensé, por qué las cosas tenían que ser de esa manera, pero, aunque quisiera, no había nada que yo pudiera hacer al respecto. Mi sola existencia los molestaba demasiado.

Incluso he tenido varios enfrentamientos con ellos, especialmente con Ian, pero a pesar de todo, seguí haciendo lo que tenía que hacer.

Desde ese año, a medida que el tiempo pasaba, el odio entre nosotros y la tensión crecían cada vez más.

"¿Ian? ¿Quién es?"

"Lo siento, no te dije quiénes son mis hermanos. Primero está Ian, es el mayor, con 29 años. Luego viene Dylan, con 27 años. Después está William, con 26 años. Por último estoy yo, con 24 años.

Ian es bastante alto y robusto, su mirada da miedo. Tiene los ojos del mismo color que los míos, a diferencia que él es pelirrojo. Dylan tiene el cabello castaño oscuro, tendiendo al rojizo, y sus ojos son de color verde oscuro. Él es un poco más bajo que Ian. William tiene el cabello castaño claro, y ojos color verde agua. Es el más bajo entre los tres."

"Ah, ya veo."

"Continuando con el relato, cuando cumplí 23 años, mi madre enfermó gravemente. El tiempo pasaba y su situación no mejoraba. Su esposo estaba satisfecho con eso, al fin el trono iba a ser suyo, era lo único que le importaba.

Eso era lo que él tenía en mente, pero mi madre estaba pensando en otra cosa. Recuerdo que esa época fue la peor de todas. Las cosas entre mis hermanos y yo estaban realmente muy mal."

"¿Y eso?" –no entendías a qué se refería.

"Pues, debido a que la reina ya estaba en sus últimos días, tenían que elegir un sucesor. Ese era el problema principal. Todos estábamos en la línea de sucesión, todos somos hijos legítimos de la reina y todos teníamos 20 años cumplidos. Por ley, el trono le correspondía al mayor de los hijos, si es que no era tomado por el esposo de la reina. Por lo que la disputa estaba entre Ian y su padre."

"E-entonces… no entiendo…" –levantaste tu cabeza para mirarlo.

"Como por ley el mayor debe subir al trono, también por ley la reina podía designar quién iba a ser su sucesor, si consideraba que alguien era más apto para tal cargo que el mayor."

"Eso quiere decir…"

"Que me veían como una gran amenaza. Aunque la corona le correspondía a su esposo o a Ian, yo también cumplía ya con los requisitos. Repugnaban la idea de que yo pudiera subir al trono. Y conociendo a la reina, lo más probable era que decidiera que yo fuera el elegido. Lo que más temían era que al recibir la corona cobrara venganza contra ellos. Es por eso que todo el tiempo en que la reina estuvo en cama, se pasaron haciéndome la vida más que imposible…

En el fondo, yo, lo que menos quería era ser el rey. Si mi madre ya no estaba conmigo, lidiar con ellos iba a ser el verdadero infierno…

Después de unos meses, pasó lo que no quería. Ella falleció. Quien subió al trono fue su esposo, pues a pesar de ser un ogro, es un hombre bastante capaz, además, yo era demasiado joven para esa responsabilidad. Ni ahora, me siento preparado para ese cargo…" –hizo una pausa, con el semblante cada vez más triste.

No supiste qué responder a aquello. Con sólo mirarlo podías sentir su dolor, un dolor que lo viene torturando desde pequeño. Eso es imperdonable…

"En su lecho de muerte, me entregó su diario. Donde estaba escrito todo lo que te conté. Y también me dijo que no me preocupara, que estaba a salvo a pesar de que ella ya no estaría a mi lado.

Al principio no entendí muy bien. Pero luego anunció algo que enfureció aún más a los hombres de esa familia. Ella había hablado con el primer ministro, a quien le dejó su testamento, el cual decía que yo debía asumir el trono al cumplir los 25 años de edad, y que me dejaba una herencia inmensa, comparado con lo que le dejó a mis hermanos. A parte de eso, fue estrictamente clara con él, de que se cerciore constantemente que yo me encuentre bien en el palacio, y que no dude ni un segundo en mover al gobierno entero si era necesario, para accionar contra aquel que osara hacerme daño. El ministro, por ser un muy buen amigo de mi madre, sabía a qué se refería ella con eso, diciéndole que no se preocupara, que en su lugar él se encargaría de que nada me sucediera…" –vuelve a suspirar.

"Vaya, al parecer las cosas al final mejoraron ¿verdad?"

"En realidad no, el rey fue más astuto que mi madre. Le contó la verdad al primer ministro, y lo sobornó para conseguir que se mude a su bando. Yo ya no tenía absolutamente nada que ver con ellos, lo único que nos unía había muerto. Por lo cual no tenía nada que hacer en el palacio. Pero no podían echarme, debido al testamento de mi madre.

No podían cambiarlo, pero el primer ministro podía convencer al parlamento de que yo no era apto para el cargo de rey, por lo cual no asumiría el trono. Y lo de la herencia, podía convencer al escribano encargado de administrar la fortuna, a que se entregara el dinero a la familia real, no sólo a mí. Podía lograrse si se demostraba que yo me encontraba en buenas manos en aquel lugar, y por supuesto, para eso yo debía estar presente.

"Así que es por eso que huiste…" –las cosas salieron peor de lo que uno podía imaginarse.

"En parte sí, pues debido a que no tenía el apoyo de nadie, estaba completamente solo, rodeado de lobos. Podía con ellos sin problema alguno, pero para mí esa situación era insoportable. Tener que aguantarlos todos los días, era demasiado para mí. Sólo quería escaparme, irme lejos, muy lejos. Sin embargo, no tenía con qué salir de aquel lugar, así que tenía que aguantarlos hasta juntar algo de dinero para salir de allí."

"Debió ser muy duro para ti todo eso…"

"Realmente sí que lo fue. Intenté distraerme tratando de encontrar alguna chica con quien pasar el rato. No buscaba nada serio con nadie, y aunque lo intentara, la mayoría de las que se me acercaban era por el status social y el dinero. Y aunque hubo algunas con las que tenía esperanzas, esos bastardos se encargaban de arruinarme la vida. Hasta en eso me fastidiaban…"´-se sentó de nuevo en la cama frunciendo el ceño.

Antes de que dijeras algo, volvió a hablar.

"Así pasó el tiempo hasta que por fin conseguí el dinero necesario para salir de ese maldito lugar. Me escapé intentando no dejar ni una sola huella en el camino, quería intentar al menos, tener una nueva vida, empezar desde cero. La razón por la que no han podido encontrarme fue porque estuve en constante movimiento, mudándome cada tanto de ciudad, de país, como inmigrante ilegal, hasta que llegué aquí y mis planes se frustraron…"

"Ha sido mi culpa…" –musitaste, sentándote en la cama.

De inmediato se dio la vuelta para abrazarte.

"No, honey, no ha sido tu culpa, esto ha sido culpa mía. No debí subestimarlos, no debí arrastrarte en esto…" –antes que respondieras algo te dio un beso profundo, acercándote más a él.

Por qué la vida tenía que ser tan cruel con algunas personas. Desde pequeño, los sentimientos con los que convivía eran la soledad, el resentimiento, el rencor, el odio, el desprecio. Más cosas malas que buenas. Desde tan pequeño, tuvo que sufrir las consecuencias de los actos de su madre, sin tener él culpa alguna en ellos. Lo único que hizo mal, fue nacer, eso es lo que le hicieron sentir desde que tenía consciencia.

En realidad es alguien fuerte, todos estos años soportó aquel suplicio diario, por amor, por amor a su madre, por el intento de no hacerla sufrir más. Nunca conoció la verdadera felicidad, la calidez de un hogar, la buena convivencia. Desde siempre tuvo que luchar con su entorno para no ser devorado por sus depredadores.

Tal vez por todo eso, fue que se le endureció tanto el carácter y el corazón. Tuvo que aprender a la fuerza a pisotear antes que ser pisoteado. Además, ya podías imaginar por qué se sentía al principio tan incómodo con el tema de una relación amorosa. Nunca tuvo suerte, y cuando la tenía, se la arrebataban de las manos como unos ladrones.

En todos los ámbitos de su vida, era un infeliz. El dolor estaba presente en todos sus recuerdos pasados, en parte entiendes, que si fue capaz de soportar todo eso, era por su querida madre. Pues, al no estar más ella, lo primero que hizo fue huir del palacio.

Si tan sólo el destino no le hubiera jugado tan mala pasada. Aunque, si no hubiera sido así, nunca lo hubieras conocido, pero en el fondo, preferías eso antes que saber todo lo que había pasado en su vida, con tal de evitarle tanto sufrimiento.

"¿Qué va a suceder ahora? ¿Por qué me has contado todo esto?" –aún no entendías la situación en la que se encontraban.

"Darling, lamento decirte esto, pero he visto que Ian ha venido a buscarme, y lo mejor será que vuelva a Inglaterra…" –su mirada reflejaba cierta melancolía.

Esas palabras retumbaron en tu cabeza una y otra vez, haciendo que casi se detuviera tu corazón. Fueron como puñales directo a tu pecho. ¿Qué es esto? ¿Por qué duele tanto? ¿POR QUÉ JUSTO AHORA?

Las lágrimas comenzaron a brotar sin control. Tenías que separarte de la persona que amas, y no sabes cuándo volverá, si lo hace.

"Ngh… n-no quiero que te vayas…" –lo abrazaste fuerte mientras seguías llorando.

"No te preocupes sweetie, haré todo lo posible para quedarme" –sabía perfectamente que era una mentira, pero intentaba encontrar una forma de consolarte.

"Y si no queda de otra, y debes irte… prométeme que volverás…" –tu voz se resquebrajaba cada vez más. Era tanta la impotencia que estabas sintiendo en ese momento, pero sabes bien que debes dejarlo ir.

"Te lo prometo, falta poco para que cumpla 25 años. Dejaré que se queden con la maldita fortuna, aclararé las cosas, enfrentaré la situación y volveré por ti…" –se besaron intensamente, como si se despidieran para siempre.

"Desde que te conocí mi vida cambió por completo, llenaste mi vida de hermosos recuerdos opacando todos aquellos que me hacían sufrir. Ahora, tú eres el amor de mi vida, mi razón para vivir, la luz de mi camino… Honey, you're my angel…" –volvió a besarte abrazándote más fuerte.

Salieron de aquel lugar después de cuatro horas más o menos, volvieron al complejo. Por los alrededores no había rastros de Ian. Así que subieron al piso del apartamento y vieron que un hombre estaba esperando al lado de la puerta, recostado en la pared. Era el mismo con el que te cruzaste al salir del lugar. Recordaste las características que te dijo Arthur, sin duda, era Ian.

"Ian, no esperaba verte por aquí…" –gruñó el inglés con tono desafiante.

Miraste a tu novio, se veía enojado. Miraste a Ian, y una sonrisa de lado, muy siniestra, se formó en su afilado rostro.

"Tanto tiempo… bro" –soltó con un tono sarcástico.

Al darse cuenta de tu presencia, su fría mirada te escaneó de arriba abajo, provocándote escalofríos.

"Será mejor que esperes adentro…" –Arthur te miró dándote a entender la situación.

"Sí…" –sin decir más, entraste rápidamente.

"Heh, así que esa es la razón por la que te quedaste ¿eh? Está muy buena…" –su sonrisa creció más.

"Déjate de rodeos bastardo. ¿A qué has venido?"

"¿Y a qué te parece, imbécil? A llevarte de regreso" –en un instante su rostro reflejaba una sombría expresión que asustaría a cualquiera.

"Sabes que no pienso hacerlo…"

"No me interesa si piensas hacerlo o no. El rey me ha ordenado llevarte de vuelta, y la verdad no estoy de humor, Arthur. Si realmente aprecias a esa chica y temes por su vida, no me hagas enojar y vamos al aeropuerto de una puta vez…"

Arthur apretó los dientes, sabía muy bien que no estaba bromeando y lo mejor será hacerle caso, por el bien de ella.

"Dame una hora y regreso contigo."

"Ni más, ni menos, y será mejor que no me estés intentando engañar" –le dio una mirada fulminante como despedida y se retiró.

"Damn, sabía que iba a terminar así…" –suspiró profundamente intentando cambiar su semblante por uno muy tranquilo, como si todo hubiera salido de maravilla.

Apenas escuchaste que se abrió la puerta, fuiste corriendo hacia el rubio.

"¡¿qué paso?!" –la intriga te estaba carcomiendo por dentro.

"No te preocupes, todo está bien…" –te abrazó fuerte.

"Entonces, ¿no es necesario que vuelvas?"

"No, no lo es" –mentirte le dolía, pero quería que fuera lo menos doloroso posible.

"Me alegra escuchar eso…" –la paz volvió a tu corazón.

"Mejor vamos a dormir, ha sido un día bastante largo y agotador…" –te besó la frente y agarrando tu mano te llevó a la habitación.

La verdad era que estabas muy cansada, tu cerebro aún trabajaba intentando procesar toda la información que recibió en tan poco tiempo. Por la preocupación, no tenías nada de sueño, pero ahora que estabas calmada, las ganas de dormir te atraparon, apenas te acostaste quedaste profundamente dormida.

Arthur se levantó cautelosamente, se acomodó su saco y fue a la cocina.

Se sentó en la mesa y comenzó a escribir sobre un papel. Al terminar, se dirigió a la puerta. Dudó varios minutos en abrirla, no quería dejarla así, pero tampoco era capaz de hacerlo de frente. Con mucha tristeza, tomó aire y abrió la puerta, murmurando antes de salir: "Lo siento, lo siento mucho… Adiós."

Bajó del quinto piso y en la entrada lo estaba esperando su hermano. Fueron al aeropuerto y volvieron a Inglaterra durante la madrugada.

A la mañana la luz del sol por la ventana te despertó, miraste alrededor y no estaba nadie, lo que te pareció extraño. Saliste de la habitación buscando a tu novio y no había rastros de él. Comenzaste a preocuparte, en tu interior algo te decía que era lo que no querías que pasara. Fuiste a la cocina y encontraste un sobre encima de la mesa.

Tu corazón se detuvo por un segundo al verla, algo te decía que no era nada bueno, algo ya te alertaba que era lo que estabas sospechando. Sentías que te faltaba el aire y que te temblaban las piernas.

Lentamente, con un nudo en la garganta, te sentaste y abriste el sobre para leer su contenido.

[Nombre], las cosas no están bien después de todo. Realmente lo siento, soy muy cobarde como para verte llorar, por eso decidí irme sin decirte nada en persona.

De nuevo las lágrimas comenzaron a brotar de tus ojos. Sentías cómo una parte de tu corazón se hacía añicos con aquellas palabras.

Tengo que volver a Inglaterra, y la verdad es que no quiero ilusionarte, creo que será muy difícil que regrese por ti. De todos modos, haré todo lo que esté a mi alcance para solucionar este lío, pero no te prometo nada.

Si este es un adiós, quiero que sepas que me has hecho el hombre más feliz y que siempre, siempre, mi corazón será sólo tuyo, aunque no estemos juntos.

Eres la única que amo, y que amaré hasta que muera. Todas las noches, al dormir, tú apareces en mis sueños. Todos los recuerdos que tengo contigo son hermosos y me ayudarán a superar todo esto.

No te miento cuando digo que este amor es de verdad, y que te quiero, sin importar lo que la historia decida, si fuera necesario, daría la vida por ti, nunca dudes de eso.

Y por este mismo amor, no quiero que por mi culpa te hagan daño, no quiero causarte más dolor del que debes estar sintiendo en estos momentos, al leer esta carta. Por eso, me voy, créeme que es el mejor camino para ambos.

Cuando me extrañes, recuerda la gargantilla que te regalé hace dos semanas. Y si te sientes sola, triste, mira la luna; así como lo haré yo. Ella será la mensajera entre los dos, dile lo que sientes, para que me lo diga a mí; y yo haré lo mismo.

Escribir todo esto realmente me duele. Lamento tanto que te hayas involucrado con una persona maldita como yo, de verdad siento tanto no haber podido advertírtelo antes. Cuando me di cuenta, ya estaba demasiado involucrado contigo, y lo que menos quería en esta vida era perderte.

Adiós my beloved, gracias por todo lo que me has dado.

I love you.
Arthur.


"N-no… no puedes hacerme esto…" –apretando la carta contra tu pecho, lloraste desconsoladamente como nunca antes lo habías hecho por nadie.

¿Por qué? Simplemente no había respuesta. Todas las promesas que te hizo, vinieron de golpe a tu cabeza, torturándote aún más, destrozándote más de lo que ya estabas.

Todas esas palabras bonitas se desvanecían por completo con aquella carta que tenías en tus manos. ¿Acaso cree que es fácil? Dejarte así, sin más, como si pudieras ser capaz de olvidarlo.

Después de todo lo que viviste con él, después de todas las alegrías que pasaron juntos. Después de todas las promesas que te hizo, se va, sin dejarte nada más que una carta, y mucho dolor en tu interior.

En estos momentos no podías razonar claramente, sabías que pensar en esas cosas era estúpido, él también estaba sufriendo; pero no podías dejar de reprocharle esa manera de despedirse.

Sólo querías gritar, volvías a mirar el papel, intentando convencerte de que sólo era un mal sueño, una pesadilla, sólo eso. Pero mirar la carta, arrugarla y volverla a desarrugar, verte sentada en el piso de la cocina; sabías que no era un mal sueño por más que quisieras que así fuera.

Te han quitado tu alegría de vivir, y lo más probable es que nunca la recuperes. Tu felicidad se fue a Inglaterra, y lo más seguro, era que no iba a volver.
Holi de nuevo *-* aquí les traigo otro cap! Para ser sincera, juro por mi vida que nunca pensé que se me iba a hacer tan largo xD pero bueno, debido a todo el drama decidí no dividirlo en partes y subirlo así completo n.n

Aclaración de nombres:

Ana Caballero: es mi OC, fue lo primero que se me ocurrió para ponerle un nombre xD

Gales: William Kirkland
Escocia: Ian Kirkland
Irlanda del Norte: Dylan Kirkland

Sus rasgos característicos se los atribuyo a una imagen que encontré de ellos tres en zerochan, ya que el fandom tampoco se pone de acuerdo en ello xD

Estos tres países no son oficiales, ni sus características ni sus nombres. Éstos los saqué de por ahí y fueron los que más me gustaron.

En fin, sin decir más, disfruten del cap c:

Anterior (Cap. 11): nekojian.deviantart.com/art/In…
Cap. 13: nekojian.deviantart.com/art/In…
© 2013 - 2024 nekojian
Comments3
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Popysfilms's avatar
D:! Lloré! Q~Q

Rápido cuanto cuesta el boleto mas barato a Inglaterra?! Q-Q